Los trastornos de la alimentación no son enfermedades contagiosas, pero se difunden como epidemias. Ejemplo de ello es la transmisión de ideas y prácticas anoréxicas entre las propias adolescentes. Aunque no es habitual incluir en la misma obra los trastornos de la alimentación y la obesidad, esta obra las presenta en dos partes diferenciadas: la primera más extensa, la segunda un contrapunto necesario, como amenaza para unos y, sobre todo, una realidad epidemiológica.